martes, 12 de julio de 2011

PARA TODO HAY UN POR QUÉ

Para todo hay un por qué, y este caso no será la excepción. Nuestro amado Club tocó fondo y nosotros, como socios e hinchas, también. La causa no se agota en un mero resultado deportivo que concluyó condenándonos a jugar en el  Nacional B en la próxima temporada; es mucho más profunda. Deviene de lo institucional, cuyo derrumbe es anterior y casi preanunciado.
La indignación es mucha; la bronca, inconmensurable; la tristeza, cotidiana. Nos han pegado en donde más podía dolernos: en ese sentimiento intransferible, plagado de pureza, de transparencia, de nobleza, de desinterés.  ¿Quiénes nos pegaron? Justamente quienes transformaron la pureza en impudicia, la transparencia en opacidad, la nobleza en traición, el desinterés en ambición. Es decir, todos aquéllos que no pensaron en River.
Por eso, pienso que es la hora de nosotros, los socios del Club. La hora de que tomemos definitiva conciencia de que el Club Atlético River Plate no es más que nuestro. Ni de los dirigentes, ni de los jugadores, ni de los periodistas -partidarios o no-, ni de la AFA, ni de un multimedia, ni de un usurero, ni de un intermediario, ni de un banco. De los socios.
Algunos conceptos de la política nefasta de los ’90 se han inmiscuido en las asociaciones civiles, refrendados por algunos dirigentes que instalaron, entre otras cosas, aquello de responder con el patrimonio personal ante cualquier manejo perjudicial para la institución de la cual se encontraban al frente. También, el utilitario “te doy para que me des” se instaló en los clubes, inhibiendo y degradando candidaturas por el hecho de considerar que no tenían nada para aportar económicamente. Y caímos en la trampa dejando hacer o creyendo de buena fe a la hora de votar en quien nos parecía el más idóneo, el más honesto para conducir al Club, el que podía aportar recursos. Es decir, fuimos engañados; estafados en ese sentimiento intransferible del cual hablaba en párrafos anteriores.   
 Y me pregunto: ¿Cómo no supimos nosotros, los dueños del club, privilegiar los valores que nosotros mismos tenemos y pretendemos que nuestros dirigentes los tengan? Porque a la hora de evaluar, a la luz de la situación que nos toca vivir y de la nefasta dirigencia que nos llevó a este presente, no cabe ninguna duda de que esos valores de que hablaba residen nada más que en nosotros. ¿Quién de nosotros se podría negar a trabajar por el Club y su grandeza? ¿Quién de nosotros no revertiría esa costumbre de hacerse rico gracias a River? ¿Quién de nosotros, privilegiando un interés personal, pondría a un intermediario por sobre los intereses del Club? ¿Quién de nosotros sería funcional a un periodista comprado vaya a saber por quien? Estoy seguro que ninguno. Porque amamos a River por sobre todas las cosas.
Las ideas y los valores siempre pudieron más que el dinero y el poder. Y en la historia de la Humanidad existe más de un ejemplo. Porque, en definitiva, ¿cuál es la razón de que no alcancen solamente las ideas,  los valores y el trabajo para pretender lograr un objetivo, en este caso la conducción de un Club, y que haya que agregarle como condición necesaria y suficiente el plus de contar con un patrimonio personal que permita aportar dinero? La respuesta es una sola: se necesitan aportantes como consecuencia de gobiernos deshonestos y corruptos. Si el Club hubiese sido administrado en forma eficiente y eficaz no se necesitarían aportantes y entonces el universo de candidatos a gobernarlo no incluiría a personajes que nada tienen que ver con River y que desembarcan allí con el único objeto de hacer su negocio. Pero como esta situación es permanente desde hace veinte años, resulta que los buitres no paran de rondar por el Monumental y terminamos siempre encontrándonos con las mismas caras que nos vienen a salvar. Entonces es el momento de los usureros, de los intemediarios, de la AFA, de los sponsors, de los mentirosos. De nosotros, los socios, ¿cuándo?
Las vueltas de la historia nos dice que no estamos en Julio de 2011. Estamos en 1908, año en que conseguimos el ascenso a la Primera División, cosa que habrá que revalidar deportivamente. Y refundar el Club sobre los pilares del trabajo, la honestidad y el desinterés, con el ejemplo de Leopoldo Bard, aquél presidente que, en 1907, cuando era practicante de Medicina en el actual Hospital Muñiz, cargó en tranvía junto con Salvarezza ese cartel de propaganda que había derrumbado la tormenta  y que al observar que nadie lo levantaba, lo llevó a una carpintería y lo hizo pintar con los colores blanco y rojo y la inscripción “River Plate” para llevarlo a la humilde canchita de la Dársena y así identificarnos en el barrio.
Ninguna sociedad puede prescindir de dos elementos básicos para su desarrollo sano: la memoria y la justicia, y nuestro Club no es ajeno a ello. Tengamos memoria para recordar los ejemplos y para saber quiénes nos mintieron, quiénes lucraron con nuestra buena fe, con nuestro sentimiento. Exijamos justicia para que la inconducta sea reparada y juntémonos. Juntémonos que en todos nosotros está lo mejor. Creemos nuevas agrupaciones. Ventilemos el espacio cargado de aire viciado que nos obligaron a respirar hasta hoy. Nadie lo podrá hacer, sino nosotros mismos. La tarea será más que ardua; la satisfacción de lograrlo, grande como River mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario