jueves, 28 de julio de 2011

28 DE JULIO DE 1935: ADOLFO PEDERNERA DEBUTA EN LA PRIMERA DE RIVER

Con apenas diecisiete años de edad, proveniente de la Cuarta Especial del Club, el 28 de Julio de 1935 debutaba Adolfo Pedernera en la primera de River. La Comisión Directiva de entonces había resuelto que Adolfo se entrenara con el plantel superior con sólo 16 años, acercando a los sueños del joven la hora de calzarse la camiseta de la banda en un partido oficial del torneo de primera división.
El debut se produjo en un partido contra Ferro Carril Oeste, en la vieja cancha de Alvear y Tagle, y que terminara empatado 1 a 1 con goles de Bernabé Ferreyra para River y de Emeal para el equipo de Caballito. 
Aquella tarde, River formó con Angel Bossio;  Juárez y Bezos; Santamaría; Minella y Wergifker; Deambrossi; Pedro Lago; Bernabé Ferreyra: Peucelle y Pedernera. 


martes, 26 de julio de 2011

27 DE JULIO DE 1989: EL ULTIMO PARTIDO DE DANIEL PASSARELLA

Un jueves 27 de Julio de 1989, Daniel Alberto Passarella jugaba su último encuentro oficial con la camiseta de River. Esa noche, en el estadio de Vélez Sársfield, River Plate venció 2 a 1 (goles de José Tiburcio Serrizuela y Ramón Centurión) a Boca Juniors por la Reclasificación de la Liguilla Pre Libertadores 1989 y el árbitro Juan Bava expulsó a Passarella.  Con ese resultado, River se clasificó para jugar contra el campeón de la Ronda de Ganadores, que había sido San Lorenzo, a quien venciera posteriormente. 
Aquélla fría noche, el primer equipo formó de la siguiente manera: Angel David Comizzo; Fabián Basualdo, Jorgue Higuaín, Daniel Alberto Passarella, Jorge Manuel Gordillo; Ernesto Corti, José Tiburzio Serrizuela, Sergio Batista; Omar Palma; Juan José Borrelli y Ramón Centurión.
Se cerraba de tal modo una exitosa campaña de 298 partidos jugados con 99 goles convertidos y la obtención de los campeonatos Metropolitano 1975, Nacional 1975, Metropolitano 1977, Metropolitano 1979, Nacional 1979, Metropolitano 1980 y Nacional 1981.

A NO CONFUNDIRSE

Es indudable que todos tenemos una sensación rara. A un mes de haber descendido al Nacional "B", nos sorprende ahora la reestructuración de los torneos oficiales de AFA que se pondrá en marcha a partir del año siguiente, que prevé la unificación de dicho campeonato con el de la Primera División "A".
Entonces nos preguntamos qué sentido tiene que River juegue a partir de mediados de Agosto el último torneo de una categoría que desaparecerá en 2012 si, resultados deportivos mediante (debe entrar entre los primeros 16 equipos para participar en el campeonato unificado), no necesitará salir campeón para volver a militar en la primera categoría de nuestro fútbol.  ¿Caprichos del destino? ¿Consecuencias de nuestra pérdida de categoría? ¿Intento de salvar a los clubes grandes en aras de posibles próximos descensos? ¿Federalizar el fútbol mayor?
Sea cual fuere la cuestión que motivó la decisión de AFA, la realidad es inmodificable, como también son inmodificables las causas que derivaron en el descenso, ya analizadas en otras entradas del presente blog. Para que nos quede claro: el descenso de River es anterior a cualquier elucubración emanada desde el máximo órgano futbolístico, con lo cual, a pesar de la engañosa sensación de que todo se minimiza, el dolor inflingido a nuestro sentimiento más puro no se borra ni olvida.
No obstante, este próximo tránsito por el Nacional B no deberá resultar un camino insulso y desabrido. Por el contrario: la falta de necesidad de obtener el campeonato para ascender y la lógica esperanza de que el equipo se encuentre entre los 16 clasificados para retornar a la Primera División "A" deberán aprovecharse para recuperar la esencia futbolística de River que siempre supo mostrar como propia.
Hasta hoy, los nombres incorporados (Aguirre, Cavenaghi, Domínguez, Vella, Sánchez) para afrontar el próximo torneo de ascenso, más algunos posibles de llegar al Club (me encantaría Arévalo Ríos), invitan a pensar que ése es el camino que han  decidido tomar los dirigentes y el cuerpo técnico, lo cual significa una doble ventaja: mostrar buen fútbol y por ende resultados  en el torneo de ascenso y proyectarlo el año próximo en la máxima categoría, sin tener que andar armando y desarmando equipos y otorgando continuidad al proceso iniciado.  Sería una muestra de inteligencia y coherencia; o sea de pensar en River. 

viernes, 22 de julio de 2011

DE IDENTIDAD, MANDANTES Y MANDATARIOS

Cuando los integrantes de una sociedad dejan de interesarse por las cuestiones que involucran a todos sus miembros, la abulia y el dejar hacer de los mismos les abren las  puertas a sus dirigentes para que hagan y deshagan a su antojo. Este proceder no hace más que agrandar la brecha existente entre la base misma que eligió a esos dirigentes y estos mismos, es decir entre mandantes y mandatarios, por acción u omisión.
En el caso de lo ocurrido en nuestro Club, la falta de acción derivó en omisión como negación de aquella. Y, para el caso de haberla habido, ocurrió cuando todo ya presentaba un panorama desolador, con el único fin particular de deslindar responsabilidades,  mostrándose lastimosamente en diferentes medios para el regocijo y solaz  de muchos que nos querían ver así como estamos.
Preservar la dignidad es una condición previa a asumir cualquier acción humana, porque, una vez pisoteada, ya no ofrece retorno y  transforma  la vivencia en un hecho lastimero y desdeñable. Aún más: da pie a la aparición de las más bajas miserias que el hombre pueda mostrar con tal de salvarse a sí mismo.
Muchos actuales dirigentes del Club creyeron que diluyendo sus nombres en las listas que se presentaron como opción en las últimas elecciones cruzaban el Jordán y se purificaban, con el fin de recomenzar una nueva aventura. Sólo que esta vez no había espacio para tal cometido: la sumisión solapada hacia la AFA y los poderes mediáticos; el déficit operativo; el pasivo exigible; la contratación de jugadores privilegiando negocios particulares; la falta de proyección deportiva a nivel internacional y el alejamiento de los lugares de vanguardia en los torneos locales mostraban el real estado de cosas.
Alguna vez pensé, con dolor, que hasta se habían apoderado de la sigla que nos identifica, transformándola en Club de Amigos que Rifaron el Prestigio (CARP). Porque ciertamente, al menos así lo creo y la realidad no hace mucho por desmentirmelo, que desde 2005 River fue eso; tristemente eso.
No voy a borrar con el codo lo que escribí con la mano, aunque me digan ahora que con el resultado puesto o el diario del lunes es fácil hablar. La acción u omisión de nosotros, los socios, permitió que se arribara a las últimas elecciones con la oferta electoral que tuvimos para optar. No fuimos capaces de construir una alternativa basada en los valores que deben marcar la gestión de una asociación civil como la nuestra que tiene al fútbol como bandera y que genera en cada uno de nosotros el más puro sentimiento de  amor incondicional a una divisa y el respeto por mantener su identidad. Ser River y no otra cosa.   
No obstante estimo, en orden a una serie de causales cuyo análisis escapa a la estrechez de esta reflexión y de entre las cuales la nefasta “cultura del aguante” resulta la más significativa, algunos se confundieron. Claro que resulta gratificante y hasta enorgullecedor comprobar la fidelidad hacia nuestros colores en cualquier estadio del país, pero a la hora de definir algo, termina no definiendo nada. Nada que tenga que ver con algo que todo el ambiente del fútbol no conozca o no quiera conocer. ¿O acaso durante los dieciocho años sin campeonatos disminuyó el apoyo a nuestro equipo? ¿O tal vez esa falta de logros hizo que disminuyera la cantidad de hinchas de River a lo largo y a lo ancho del país?
River se hizo famoso en el mundo entero por su estilo y su manera de jugar al fútbol. Todavía no hay campeonatos de hinchadas que nos aseguren que llenando todas las canchas en donde se juegue se van a sumar, en caso de ganar el partido, más de tres puntos. El efecto de la falsa consigna de no criticar nada ni hacer saber nuestro descontento con el equipo so pena de ser calificados como “amargos”, no sólo nos llevó hasta este presente, sino que además contribuyó a esa abulia general que permitió el hacer y deshacer dirigencial sin ninguna traba, convirtiéndose en una paradoja: quienes mejor interpretaron desde la tribuna la defensa de nuestros colores terminaron allanando el camino a quienes rifaron nuestro prestigio, generando un peligroso vacío identitario que habrá que revertir.
Por último, y retornando a los conceptos de mandantes y mandatarios con que iniciara este artículo, parecería que algunos todavía no entendieron de qué se trata. En una de sus apariciones públicas después del desastre del 26 de Junio, el Presidente del Club se dirigió a nosotros como “nuestros queridos socios”. Soy socio de River, no de una Comisión Directiva. Si se refirió al Club, lo hizo mal.  ¿Tendrá en claro que él mismo es un socio más designado por la voluntad de sus pares para gobernar el Club y no más que eso? ¿No debió utilizar la palabra consocios? ¿O estoy tan equivocado?            

jueves, 21 de julio de 2011

NUESTRO ANGEL

Siempre le pedimos que esté con nosotros.
Que nos cuide, nos ayude.
Que vele por nuestra eterna sonrisa
y nos empuje a una vuelta más.
¿Qué otra cosa se le puede pedir
a un Angel de la Guarda que, indefectiblemente, la mandaba a guardar?
Sin embargo, no es un Angel como todos.
Los domingos deja el Cielo
y viaja colado en un tren, o hace dedo
para llegar hasta el lugar en donde
once camisetas con la banda roja en el pecho
desatan la locura en las tribunas.
A veces, el mismísimo Dios lo recrimina
por no almorzar juntos el día del descanso
posterior a la Creación.
¿Sabe lo que pasa, Señor?
Así como Usted creó al mundo
a River lo inventé yo
y si no me doy una vuelta los domingos
seguro que la pelota no entra y pega en el palo,
que nuestro arquero no la saca,
que la punta del botín del nueve
no llega a empujarla adentro.
¿Y sabe qué?
Desandar el camino del Cielo al Monumental,
a Boedo, a Liniers, a Avellaneda, a Caballito,
a Villa Crespo, a San Martín, a La Plata, a Saavedra
me devuelve la sensación de estar vivo.
Y siento que de nuevo tengo sangre, huesos, piel,
corazón, y hasta levanto el dedo índice
para acomodarme los lentes, aunque ya no los necesite.
Por eso no almuerzo con Usted los domingos.
¿Cómo dice? ¿Qué hay un barrio que no visito?
Yo quiero, porque siempre fui allí y gocé
y los tuve de hijos, pero no me quieren.
Mire qué ironía: siendo un Angel invocan
hasta al Diablo para que no pase cerca.
Se amargan con sólo verme.
Por eso, Señor, no es que no quiera estar
en su Cielo ni mucho menos.
Es que mi Cielo está allá abajo los domingos.
No se enoje. Después de todo, no es para tanto.
Vuelvo de la cancha y cenamos juntos.

¿LEYES DE MENDEL, CASUALIDAD O DESTINO MANIFIESTO?

Aunque parezca simple, es uno de los misterios de la vida. Pueden existir causas lógicas para explicarlo, pero no alcanzan para encontrar las causas últimas, la razón de las razones que lo justifique. Ante esta cerrazón epistemológica, no queda otra cosa que echar mano a lo fáctico, quizás como modo de acercarse un poco más a lo que es.
En el principio fue el contacto con mi piel que seguramente no entendí. Tal vez una sonrisa inconmensurable de mi viejo al verme cubierto con ella y pensar que sobraba tela o faltaba carne. Mi vieja asentiría presintiendo una continuidad inevitable, un sino imposible de esquivar, una estrella marcada a fuego. Mi viejo, un esperanzado. Mi vieja, una convencida del destino manifiesto.
Casi ajeno a todo no puedo detallar cómo siguió la historia. Sí puedo aventurarme a decir que se trató de la etapa de los miedos, de las dudas, porque si bien ya decía “mamá” y “papá”, reconociendo a cada uno de ellos, las demás palabras no fueron constantes sino apenas consecuencias de situaciones determinadas. Pero los miedos no eran míos, ni de mi vieja. Eran de mi viejo, porque en esta etapa aparecen nuevos personajes que jamás dejan de estar presentes a la hora de moldear a un ser humano: los tíos.
Los tíos por parte de mi vieja formaron parte de la misma barra que mi viejo; todos eran de Cochabamba entre Loria y Liniers y cada uno también fue alcanzado por el mismo misterio, sin plantearse entonces su continuidad en el tiempo. La cuestión comenzó cuando aparecí en sus vidas, en tanto los dos tuvieron hijas mujeres, y mi viejo tuvo que estar más alerta que nunca mientras que mi vieja seguía convencida del destino manifiesto.
Conociéndolo a mi viejo, cualquier insinuación se convertiría, de seguro, en una imprudencia casi imperdonable porque, si de moldear se trataba, para eso estaba el padre y no los tíos. Yo seguía sin entender. Sin embargo, creo que a los tres o cuatro años comencé a intuir algo acerca de este asunto del que no se hablaba mucho pero estaba siempre presente. Porque en ese tiempo hubo un día clave, una hora decisiva que despertaría todo este discurrir por las cuestiones insolubles.
Pero esa hora, también fue más de mi viejo que mía, porque sin dudas fue él quien se habrá sentido henchido de orgullo por mostrarme un espacio entre presentido y esperado.
Algún caramelo o una “Pomona” (una bebida gaseosa que se vendía en las canchas allá por los ’60) seguramente por años me habrán dejado la huella de ese día, no más. Con tres o cuatro años de edad no se puede aspirar a otra cosa, pero la estrategia de mi viejo apuntaba mucho más lejos. Fue como un bautismo, porque nadie se entera de que es cristiano en el momento de la ceremonia; la toma de conciencia llega después. Pero fue eso, me animo a decir que para mi viejo fue así.
Después vino la integración con el barrio, los amigos, la escuela y ese Día de Reyes único, irrepetible, glorioso. Y otra vez mi viejo que aún no había abandonado su estado de alerta: ya no eran los tíos el peligro, ahora tallaban los amigos y el barrio con la posibilidad de estropear todo lo andado, lo pensado, lo esperado. Él me creía incólume y no se equivocó. Me habían bautizado pero faltaba la confirmación; y ese Día de Reyes, con mi sonrisa más grande que nunca y una ansiedad incontenible mi viejo se dio cuenta de que yo confirmaba lo apenas vivido y lo que vendría después, convirtiéndome en un cruzado en pleno siglo veinte. Y sin saber que no ahorraría llantos, gritos, alegrías, éxtasis, amarguras, multitudes, piñas, insultos, desmesuras y soledades, a las siete de mañana ya tenía la camiseta de River puesta, esperando que se hicieran las diez para salir a la calle y desafiar al mundo, como hasta hoy.

viernes, 15 de julio de 2011

RENUNCIAS, RESPONSABILIDADES Y CULPAS

"Tarde piaste", expresa una vieja y metafórica expresión popular. La reunión de Comisión Directiva celebrada ayer, 14 de Julio, mostró que sigue tan vigente como siempre. Amagos de renuncia, asunción pública de responsabilidades y culpas, exigencias para que se vayan todos y demás no deben asombrar a nadie teniendo en cuenta el cimbronazo institucional-deportivo que vive al Club a partir de ese trágico domingo en el Monumental.
En realidad, de razonar un poco nomás, nos daremos cuenta que lo que ha sucedido ayer es más de lo mismo, teniendo en cuenta cómo se armó la oferta electoral brindada a nosotros, los socios, en las pasadas elecciones que llevaron a la victoria a la lista de Daniel Passarella.
Porque allí radica la verdadera cuestión. Del tronco de la administración anterior surgieron candidatos que se esparcieron en las tres listas con mayores posibilidades de ganar (Passarella, Caselli y D'onofrio), lo cual mueve a dos razonamientos básicos: 1) Que quienes integraron la conducción pasada y se mostraron "reciclados" en las nuevas listas no coincidieran con los lineamientos del anterior gobierno aunque hayan sido parte del mismo y pensaran que aún podían ser útiles a River o 2) Que a pesar de haber compartido responsabilidades de gobierno, la tentación de continuar siendo dirigente pudiera más que la razonable y saludable acción de alejarse de la política interna.
Para el primer caso, la respuesta está en el dicho popular con que comienza esta reflexión, porque, se me ocurre, si alguien está en desacuerdo con las decisiones de un cuerpo del cual forma parte y conoce los alcances perjudiciales que las mismas pueden tener para la institución, y además,  sabe que se encuentran reñidas con la ética y la moral, debe renunciar a su cargo y hacerlo público, a efectos de salvaguardar su buen nombre y honor y que otros carguen con semejante ignominia.  Para el segundo caso, quizás el más problable, la tentación de continuar o ser dirigente del Club más importante del país haya sido muy grande, con lo cual, el diluirse en cualquiera de las listas estuvo al servicio de un interés particular por encima del interés general.  
¿Hasta dónde les importó verdaderamente River a quienes podemos incluir en cualquiera de los dos casos? En esto no hay vueltas ni figuras retóricas como las que escuchamos hasta el hartazgo, inclusive con citas de Jorge Luis Borges. River no puede importar a medias. Porque cuando se mira hacia el costado para ignorar a sabiendas o dejar hacer, en aras de intereses personales o de cualquier otro fin inconfesable, ya River deja de interesar. 
¿Ahora se rasgan las vestiduras quienes condujeron al Club dos períodos? ¿Ahora muestran como un gesto desinteresado su renuncia? Ya no hay tiempo para las salvaciones individuales. Sólo les pido dos cosas: recogimiento y silencio. Silencio por sobre todas las cosas. Basta de deambular por canales de televisión y micrófonos de radio mostrando la hilacha; basta de pretender un segundo "reciclado" en estos momentos tan duros.
En estos momentos, el Club no debe ni puede estar acéfalo. El regreso a Primera División es el objetivo más importante que tiene el Club. Quizás, el más importante de su historia. Que quienes triunfaron en las pasadas elecciones culminen su mandato porque así lo marca el Estatuto del Club, a pesar de los "reciclados" que todavía levantan la voz, ya fueren del oficialismo o de la oposición. 
Mientras tanto, como socios, exijamos, participemos y juntémonos para concebir al Club desde otros valores en la próxima contienda electoral. De nosotros solamente depende respirar aire puro, con la memoria suficiente para que nadie, nunca más, pueda reciclarse como un envase de plástico usado.       

jueves, 14 de julio de 2011

NI GALLO, NI HIPOCAMPO, NI GALLINA

No me gustó desde la primera vez que lo ví, cuando simplemente era un símbolo o emblema de una agrupación política en vísperas de las últimas elecciones celebradas en el Club. Hasta allí, no pasó de una cuestión estética y de la inspiración del diseñador para representar aquello que le dijeron que había que representar. Pero la cosa fue más allá. Esa desagradable mezcla de gallo con hipocampo de color blanco sobre fondo rojo mostrada por la fuerza política que llevó a la presidencia del Club a Daniel Pasarella, hoy se estampa en el sitio web oficial de la institución.
Buscando en el Diccionario de la Real Academia Española, el término "emblema" refiere a una "cosa que es representación simbólica de otra". Teniendo en cuenta esa definición el pretendido nuevo logo o emblema simboliza un ave de corral, más precisamente ligada al calificativo de "gallinas" que pretendieron imponernos desde 1966, luego de aquél desgraciado partido final por la Copa Libertadores contra Peñarol en el Estadio Nacional de Chile.
¿Qué querrá significar esto? ¿Que la dirigencia del Club asume esa condición de "gallinas" que yo ni en broma acepto de nadie? ¿Ellos sí y graciosamente? Algunos o todos ustedes que lean este artículo ¿se sienten "gallinas" realmente? ¿Conocen realmente la historia del Club? ¿Saben de la existencia de un José Manuel Moreno que no vacilaba en pegarte una trompada si le faltabas el respeto? ¿O de un Reinaldo Merlo, de un "Tano" Gutiérrez, de un "Pipo" Rossi, de un Roberto Perfumo, de un Renato Cesarini, de un Carlos Peucelle, de un "Pepe" Minella, del "Negro" Enrique, del "Loco" Enrique, de un "Chamaco" Rodríguez, de un "Pinino" Más (y podemos seguir)? ¿Por qué no van y les preguntan a quienes todavía pueden responder qué piensan de esto? ¿Passarrella mismo con todo lo que ha sido como jugador asiente en simbolizar o emblematizar algo que comenzó como una burla hiriente y malintencionada y hasta aprovechada por esos mismos medios periodísticos que después pueblan los palcos de prensa del Monumental?
A mí no me causa ninguna gracia cuando un hincha de River se define como "gallina"; mucho menos cuando observo que el nuevo logo o emblema refleja algo que no hemos sido a través de la historia. No hay más que revisarla para darse cuenta.
Se me dirá que yo tampoco respeto los símbolos oficiales porque el blog en su título está ilustrado por el logo diseñado en los '80. Es cierto. Pero, a mi criterio, y dados los momentos que nos toca vivir más este despropósito de la mezcla de ave e hipocampo, la figura del león en su hábitat se me ocurrió la más acertada, sin connotación política alguna, y sin por ello minimizar o ignorar el escudo tradicional que nos identifica. No me considero un ave de corral (por las dudas que alguien me diga que el emblema representa a un gallo), por lo tanto no quiero que ese engendro creativo me incluya dentro de su simbolismo.

miércoles, 13 de julio de 2011

14 DE JULIO DE 1968: EL DIA QUE AMADEO LLORO EN EL ARCO

Promediaba el primer tiempo en Liniers, cuando de repente, estalló la ovación: decenas de miles de pañuelos blancos se agitaron en el aire en una muestra de respeto, admiración y cariño. Amadeo Raúl Carrizo, el Gran Amadeo, batía el record de invulnerabilidad de una valla vigente hasta entonces. Había superado los 743 minutos sin recibir goles en su arco. El  "Amadeo...Amadeo" bajó desde la popular de River (que entonces correspondía a la tribuna que da espaldas al Barrio Kennedy) y se extendió por todo el estadio. Entonces Amadeo, con su grandeza más enorme que nunca, se sacó la gorra que cubría su cabeza y saludó levantando uno de sus brazos, mientras que secaba las lágrimas que le corrían por sus mejillas. 
El invicto se extendería hasta los 4 minutos del segundo tiempo (sumando un total de 769), instante en que Carlos Bianchi convirtiera el gol de Vélez Sársfield. Casi en el final, Daniel Onega empataría el partido, cerrando el resultado.  Nunca me voy a olvidar de aquélla tarde gris y fría.  

PROHIBIDO TIRAR CAÑOS (una reflexión que nos toca de cerca)

No sé cuándo empezó esta historia, pero seguramente ha de tener un inicio. Tal vez coincida con el surgimiento del “fútbol serio”, ese que no se permite ni siquiera un esbozo de sonrisa ni un segundo de placer dentro del campo de juego, porque todo ha sido planificado, cuasi científicamente pensado, estructurado y previsto.
O quizás tenga que ver con esa otra concepción laboralista, que califica al fútbol como una ocupación más, al estilo de cualquier oficinista,  de un ingeniero, un abogado, un panadero o un chapista. La cuestión es que hoy, el camino que media entre el potrero y la primera división se encuentra poblado de sueños muertos.
El sueño de todo pibe fue siempre llegar a la primera división, forjado en forma directamente proporcional a los caños que se tiraban en el potrero, a las paredes construidas con ese nueve que te las devolvía redonditas. Había que lucirse, en tanto siempre existía la posibilidad de que alguien  estuviera viendo el partido y al final te dijera: “Pibe, ¿querés venir a probarte a Atlanta”?
Con eso, más de la mitad del orgullo estaba satisfecho. Después vendría la prueba y esa es otra historia. Una historia que, para el examinado, no era más que la continuación del potrero: tirar caños y sombreros para que en definitiva te dijeran que pasaras en la semana por el Club para arreglar tu ficha. Porque sin dudas era el reaseguro  que se llevaba dentro. ¿De qué otro modo se puede ingresar a las divisiones inferiores de un club de fútbol si no es precisamente jugando bien al fútbol?
Esto, que asemeja a una verdad de Perogrullo, con el tiempo no lo es tanto. La aparición en escena de los predicadores del despliegue físico,  de la extinción de los “wines”, de la preeminencia del atleta por sobre el jugador,  de la planificación “in extremis” hasta de los factores extra futbolísticos, hizo que los caños y los sombreros se convirtieran en elementos de lujo a los cuales no es necesario apelar, de manera similar a quien gana quinientos mangos de sueldo y por lo tanto no necesita ni siquiera pensar en un viaje a Europa porque le es algo totalmente ajeno.
Y así, hoy en el fútbol los caños y los sombreros parecen resultar totalmente ajenos a la destreza que el juego requiere y que marca sin dudas a los grandes jugadores. ¿Para qué vas a tirar un caño si  tal vez no pase y generás una contra? Encima, se te enojan los contrarios. Porque hoy también quienes juegan han incorporado la premisa: no se puede exceder el límite de los moldes impuestos por los grandes pensadores del fútbol que, en muchos casos, la única vez que vieron una pelota fue detrás de los vidrios de un local de deportes.
Pero hablan y predican con una erudición que da envidia. Y hacen del fútbol la industria de la mentira. Si Dante Panzeri lo definió como “dinámica de lo impensado”,  estos acumuladores de palabras podrían definirlo como “estática de lo pensado”.
Lo demás lo hace el mercado: la venta de camisetas o “merchandising”, la innumerable cantidad de papel que consumen las publicaciones deportivas, la necesidad por ello de escribir hasta de la marca de botines que usa el diez de General Lamadrid, del “sponsor” que luce en su camiseta Desamparados de San Juan.
Mientras tanto, nuevas camadas de técnicos egresan imbuídas de los nuevos conceptos sagrados e intocables. Miedosos, si se quiere. Extraño ¿no? Seguramente que cuando pibes, y se fueron a probar, también soñaron que llegarían a primera tirando caños. En el trayecto del potrero a la primera no hay más que sueños muertos. 

SER INTELIGENTES ES PENSAR EN RIVER

Teniendo en cuenta el tiempo que resta para el inicio del Torneo Nacional B 2011-2012 del cual vamos a formar parte, no queda otra que ser inteligente a la
hora de conformar un plantel para afrontarlo. Ya, desde el nombramiento de Matías Almeyda como técnico, el desafío es doble: en primer lugar porque la designación del "Pelado" implica una apuesta a ciegas, en tanto los resultados serán quienes marquen el futuro derrotero del novel entrenador; en segundo lugar porque deberá discernir entre armar un equipo acorde a la categoría en la que jugará o retornar a las fuentes, a la identidad futbolística que históricamente ha caracterizado a River.
Sobre este segundo punto las opiniones se encuentran divididas. Hay quienes piensan que se debe conformar un plantel con jugadores que conozcan la categoría; que no sientan lo distinto de jugar un fútbol de mayor roce y contacto, de pelotazos y poca asociación, en terrenos de dimensiones menores o en mal estado. Es decir, apuntar al "picapiedrismo" -si se me permite la expresión- en tanto la media general así lo amerita. La resultante de este razonamiento sería que en las categorías de ascenso no existe el buen fútbol por resultar una condición intrínseca a las mismas.
La histórica identidad futbolística de River se perdió progresivamente en los tiempos  (hagamos memoria acerca de cuál fue el último equipo que registró esa cualidad), por los desaciertos deportivos y el desaforado e inmoral afán de los negocios personales que todos conocemos, sumándosele a ello un endiosamiento de la tribuna que, en aras de la nefasta "cultura del aguante", anestesió e invirtió los atributos que nos distinguieran en el fútbol argentino.
Si las categorías de ascenso son una especie de pirámide en donde cada escalón a superar implica establecerse en una competencia futbolística mayor ¿qué duda cabe que el Torneo Nacional B resulta inferior en calidad al nivel registrado en la Primera División A? A la luz de este simple y lógico razonamiento cabe preguntarse ¿entonces River deberá acentuar aún más esa pérdida de identidad futbolística conformando un plantel mediocre o de "picapiedras"? La respuesta es no. Deberá armar un equipo de mayor jerarquía que la que muestran aquéllos a quienes va a enfrentar, justamente por estar militando en una categoría inferior y por la necesidad de recuperar la identidad perdida. Por otra parte ¿qué sentido tendría armar un equipo con jugadores de la categoría si después, para el caso de lograrse el ascenso a la Primera División, habría que volver a fojas cero y nuevamente resolver un nuevo rompecabezas?
Con respecto a los escenarios que deberán visitarse y su influencia sobre el normal y el buen desarrollo del fútbol, la sentencia resulta una verdad a medias. Hagamos memoria: el gran equipo del '75 que logró el título después de 18 años sin logros perdió tres partidos claves con Boca Jrs., con Atlanta y con Newell's Old Boys en uno de los campos de juego más grandes del país, el propio Monumental.
Teniendo en cuenta la llegada de Domínguez y Cavenaghi más los nombres que suenan en el mercado de pases que aunque no terminen de concretarse hablan de una tendencia hacia cierto tipo de jugador, como en el caso de Olmedo de Godoy Cruz, parecería que el objetivo es formar un plantel de categoría que pueda trascender al mero ascenso y prolongarse en Primera División. Y está bien que así sea de una vez por todas, porque no hay necesidad de achicarse hoy para crecer mañana. De ningún modo. Hoy se tiene que comenzar a recuperar la grandeza pensando en que competir en el Torneo Nacional B  debe resultar, en la mente de directivos, jugadores y técnico, un tránsito hacia un objetivo mayor que deberá lograrse lo antes posible.    
    


martes, 12 de julio de 2011

PARA TODO HAY UN POR QUÉ

Para todo hay un por qué, y este caso no será la excepción. Nuestro amado Club tocó fondo y nosotros, como socios e hinchas, también. La causa no se agota en un mero resultado deportivo que concluyó condenándonos a jugar en el  Nacional B en la próxima temporada; es mucho más profunda. Deviene de lo institucional, cuyo derrumbe es anterior y casi preanunciado.
La indignación es mucha; la bronca, inconmensurable; la tristeza, cotidiana. Nos han pegado en donde más podía dolernos: en ese sentimiento intransferible, plagado de pureza, de transparencia, de nobleza, de desinterés.  ¿Quiénes nos pegaron? Justamente quienes transformaron la pureza en impudicia, la transparencia en opacidad, la nobleza en traición, el desinterés en ambición. Es decir, todos aquéllos que no pensaron en River.
Por eso, pienso que es la hora de nosotros, los socios del Club. La hora de que tomemos definitiva conciencia de que el Club Atlético River Plate no es más que nuestro. Ni de los dirigentes, ni de los jugadores, ni de los periodistas -partidarios o no-, ni de la AFA, ni de un multimedia, ni de un usurero, ni de un intermediario, ni de un banco. De los socios.
Algunos conceptos de la política nefasta de los ’90 se han inmiscuido en las asociaciones civiles, refrendados por algunos dirigentes que instalaron, entre otras cosas, aquello de responder con el patrimonio personal ante cualquier manejo perjudicial para la institución de la cual se encontraban al frente. También, el utilitario “te doy para que me des” se instaló en los clubes, inhibiendo y degradando candidaturas por el hecho de considerar que no tenían nada para aportar económicamente. Y caímos en la trampa dejando hacer o creyendo de buena fe a la hora de votar en quien nos parecía el más idóneo, el más honesto para conducir al Club, el que podía aportar recursos. Es decir, fuimos engañados; estafados en ese sentimiento intransferible del cual hablaba en párrafos anteriores.   
 Y me pregunto: ¿Cómo no supimos nosotros, los dueños del club, privilegiar los valores que nosotros mismos tenemos y pretendemos que nuestros dirigentes los tengan? Porque a la hora de evaluar, a la luz de la situación que nos toca vivir y de la nefasta dirigencia que nos llevó a este presente, no cabe ninguna duda de que esos valores de que hablaba residen nada más que en nosotros. ¿Quién de nosotros se podría negar a trabajar por el Club y su grandeza? ¿Quién de nosotros no revertiría esa costumbre de hacerse rico gracias a River? ¿Quién de nosotros, privilegiando un interés personal, pondría a un intermediario por sobre los intereses del Club? ¿Quién de nosotros sería funcional a un periodista comprado vaya a saber por quien? Estoy seguro que ninguno. Porque amamos a River por sobre todas las cosas.
Las ideas y los valores siempre pudieron más que el dinero y el poder. Y en la historia de la Humanidad existe más de un ejemplo. Porque, en definitiva, ¿cuál es la razón de que no alcancen solamente las ideas,  los valores y el trabajo para pretender lograr un objetivo, en este caso la conducción de un Club, y que haya que agregarle como condición necesaria y suficiente el plus de contar con un patrimonio personal que permita aportar dinero? La respuesta es una sola: se necesitan aportantes como consecuencia de gobiernos deshonestos y corruptos. Si el Club hubiese sido administrado en forma eficiente y eficaz no se necesitarían aportantes y entonces el universo de candidatos a gobernarlo no incluiría a personajes que nada tienen que ver con River y que desembarcan allí con el único objeto de hacer su negocio. Pero como esta situación es permanente desde hace veinte años, resulta que los buitres no paran de rondar por el Monumental y terminamos siempre encontrándonos con las mismas caras que nos vienen a salvar. Entonces es el momento de los usureros, de los intemediarios, de la AFA, de los sponsors, de los mentirosos. De nosotros, los socios, ¿cuándo?
Las vueltas de la historia nos dice que no estamos en Julio de 2011. Estamos en 1908, año en que conseguimos el ascenso a la Primera División, cosa que habrá que revalidar deportivamente. Y refundar el Club sobre los pilares del trabajo, la honestidad y el desinterés, con el ejemplo de Leopoldo Bard, aquél presidente que, en 1907, cuando era practicante de Medicina en el actual Hospital Muñiz, cargó en tranvía junto con Salvarezza ese cartel de propaganda que había derrumbado la tormenta  y que al observar que nadie lo levantaba, lo llevó a una carpintería y lo hizo pintar con los colores blanco y rojo y la inscripción “River Plate” para llevarlo a la humilde canchita de la Dársena y así identificarnos en el barrio.
Ninguna sociedad puede prescindir de dos elementos básicos para su desarrollo sano: la memoria y la justicia, y nuestro Club no es ajeno a ello. Tengamos memoria para recordar los ejemplos y para saber quiénes nos mintieron, quiénes lucraron con nuestra buena fe, con nuestro sentimiento. Exijamos justicia para que la inconducta sea reparada y juntémonos. Juntémonos que en todos nosotros está lo mejor. Creemos nuevas agrupaciones. Ventilemos el espacio cargado de aire viciado que nos obligaron a respirar hasta hoy. Nadie lo podrá hacer, sino nosotros mismos. La tarea será más que ardua; la satisfacción de lograrlo, grande como River mismo.