viernes, 22 de julio de 2011

DE IDENTIDAD, MANDANTES Y MANDATARIOS

Cuando los integrantes de una sociedad dejan de interesarse por las cuestiones que involucran a todos sus miembros, la abulia y el dejar hacer de los mismos les abren las  puertas a sus dirigentes para que hagan y deshagan a su antojo. Este proceder no hace más que agrandar la brecha existente entre la base misma que eligió a esos dirigentes y estos mismos, es decir entre mandantes y mandatarios, por acción u omisión.
En el caso de lo ocurrido en nuestro Club, la falta de acción derivó en omisión como negación de aquella. Y, para el caso de haberla habido, ocurrió cuando todo ya presentaba un panorama desolador, con el único fin particular de deslindar responsabilidades,  mostrándose lastimosamente en diferentes medios para el regocijo y solaz  de muchos que nos querían ver así como estamos.
Preservar la dignidad es una condición previa a asumir cualquier acción humana, porque, una vez pisoteada, ya no ofrece retorno y  transforma  la vivencia en un hecho lastimero y desdeñable. Aún más: da pie a la aparición de las más bajas miserias que el hombre pueda mostrar con tal de salvarse a sí mismo.
Muchos actuales dirigentes del Club creyeron que diluyendo sus nombres en las listas que se presentaron como opción en las últimas elecciones cruzaban el Jordán y se purificaban, con el fin de recomenzar una nueva aventura. Sólo que esta vez no había espacio para tal cometido: la sumisión solapada hacia la AFA y los poderes mediáticos; el déficit operativo; el pasivo exigible; la contratación de jugadores privilegiando negocios particulares; la falta de proyección deportiva a nivel internacional y el alejamiento de los lugares de vanguardia en los torneos locales mostraban el real estado de cosas.
Alguna vez pensé, con dolor, que hasta se habían apoderado de la sigla que nos identifica, transformándola en Club de Amigos que Rifaron el Prestigio (CARP). Porque ciertamente, al menos así lo creo y la realidad no hace mucho por desmentirmelo, que desde 2005 River fue eso; tristemente eso.
No voy a borrar con el codo lo que escribí con la mano, aunque me digan ahora que con el resultado puesto o el diario del lunes es fácil hablar. La acción u omisión de nosotros, los socios, permitió que se arribara a las últimas elecciones con la oferta electoral que tuvimos para optar. No fuimos capaces de construir una alternativa basada en los valores que deben marcar la gestión de una asociación civil como la nuestra que tiene al fútbol como bandera y que genera en cada uno de nosotros el más puro sentimiento de  amor incondicional a una divisa y el respeto por mantener su identidad. Ser River y no otra cosa.   
No obstante estimo, en orden a una serie de causales cuyo análisis escapa a la estrechez de esta reflexión y de entre las cuales la nefasta “cultura del aguante” resulta la más significativa, algunos se confundieron. Claro que resulta gratificante y hasta enorgullecedor comprobar la fidelidad hacia nuestros colores en cualquier estadio del país, pero a la hora de definir algo, termina no definiendo nada. Nada que tenga que ver con algo que todo el ambiente del fútbol no conozca o no quiera conocer. ¿O acaso durante los dieciocho años sin campeonatos disminuyó el apoyo a nuestro equipo? ¿O tal vez esa falta de logros hizo que disminuyera la cantidad de hinchas de River a lo largo y a lo ancho del país?
River se hizo famoso en el mundo entero por su estilo y su manera de jugar al fútbol. Todavía no hay campeonatos de hinchadas que nos aseguren que llenando todas las canchas en donde se juegue se van a sumar, en caso de ganar el partido, más de tres puntos. El efecto de la falsa consigna de no criticar nada ni hacer saber nuestro descontento con el equipo so pena de ser calificados como “amargos”, no sólo nos llevó hasta este presente, sino que además contribuyó a esa abulia general que permitió el hacer y deshacer dirigencial sin ninguna traba, convirtiéndose en una paradoja: quienes mejor interpretaron desde la tribuna la defensa de nuestros colores terminaron allanando el camino a quienes rifaron nuestro prestigio, generando un peligroso vacío identitario que habrá que revertir.
Por último, y retornando a los conceptos de mandantes y mandatarios con que iniciara este artículo, parecería que algunos todavía no entendieron de qué se trata. En una de sus apariciones públicas después del desastre del 26 de Junio, el Presidente del Club se dirigió a nosotros como “nuestros queridos socios”. Soy socio de River, no de una Comisión Directiva. Si se refirió al Club, lo hizo mal.  ¿Tendrá en claro que él mismo es un socio más designado por la voluntad de sus pares para gobernar el Club y no más que eso? ¿No debió utilizar la palabra consocios? ¿O estoy tan equivocado?            

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